-Seguir aquí ya no tiene caso. Ya lo tenemos todo aquí. Sabemos
que va a pasar antes de que ocurra. El infinito no está hecho para mí.
-¿En serio piensas nacer? Sabes
que no puedes controlar nada allí. Además todo es al azar, no estás seguro si
vas a reencarnar en un humano. Podrías terminar siendo una hormiga y reencarnar infinitamente en cualquier ser
insignificante. Es un mundo injusto.
-Ya tengo un recipiente listo,
solo tengo que reemplazar su alma. Quiero un poco de incertidumbre en mi
existencia.
-No podrás salir de esa realidad
y te borraran la memoria. Tendrías que llegar a un nivel de espiritualidad
superior para volver.
-En verdad, no sé si trataré de
volver. Ya lo decidí, voy a sacar esa alma antes de que dé a luz. Adiós a la
cómoda eternidad.
-Bueno, como quieras. Nadie
vendrá por ti. Este lugar es el paraíso y lo estás dejando atrás por ir al
purgatorio. No sé qué tratas de demostrar.
El ser de energía vagó por el espacio y
entró a un agujero negro. Fue succionado tan rápido que se suprimió en la
oscuridad eterna. El cuerpo del recién nacido empezó a moverse bruscamente por
el alma usurpadora. Lo había logrado, pero no había llegado a la luz. Ahogo,
fue lo primero que experimentó. Se estaba ahorcando con su cordón umbilical y
mientras más luchaba por zafarse era peor. Ese acercamiento a la muerte produjo
que recuperara su consciencia. “¿Qué clase de lugar es este? ¿Me habré
equivocado y llegué al infierno por accidente?”, se preguntó. Seguía en la oscuridad
y sentía como la vida se apagaba de a pocos. Era como estar en el estómago de
un lobo.
Se cortó el espacio, un tajo de
luz apareció en lo alto. Unas manos gigantes entraron y sacaron el cuerpo
cubierto de sangre y placenta. Le dieron unas palmadas en las nalgas al bebé y
empezó a llorar. “Así que esto es la vida”, pensó y todo rastro de su consciencia
se esfumó para ser una nueva.
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