Decadencia que viene a mí como
seres de miradas extrañas, de mundos inciertos, de dimensiones anómalas, con
múltiples extremidades, que a su vez, forman otras y otras ramificaciones de
brazos y piernas. Manchas que se alojan en las esquinas más oscuras de mi
corteza cerebral, productos de tiempos en que la realidad se vuelve confusa,
incoherente y estúpida. Momentos en los que la nada es lo mejor que existe.
Tendido en la cama, siento como si las ropas pesaran toneladas y que solo las
polillas me liberaran. Creando líneas de tiempo inexistentes, soñando con momentos
que ni sé si han ocurrido, convirtiéndome en uno de esos seres imaginarios
hasta el punto de ser invisible.
Es inútil, el tacho se ha
convertido en un monstruo, es un agujero negro con colmillos, una vagina
hambrienta que se traga las bolas de papel con mis ideas muertas, inéditas que
no sales a luz. Frente a una pantalla repleta de archivos que terminaran
reciclados y, en el mejor de los casos, vistos y desapercibidos.
Una trepanación craneana expondrá
mis sesos y hará salir a esas palabras sin sentido de mi boca, saldrán hojas
con párrafos inconclusos por mis ojos, heces y proyecciones de monstruos por mi
nariz y orejas. Estoy atrapado en mi cuarto, como un insecto gigante en plena
metamorfosis. No toquen la puerta, a menos que sea muy importante. Solo queda esperar
y hacer más.
2013
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